Para paliar los muchos problemas y estrecheces con que se enfrentaba la sociedad como efecto de las crisis de gobierno y decadencia del imperio, y también por la intensa y arraigada afición de la sociedad barroca por la fiesta, el simulacro y el montaje escenográfico, las autoridades de la Corte organizaban, con frecuencia sorprendente, toda clase de fiestas, juegos y celebraciones, con los que se regocijaba la sociedad y el pueblo madrileño. Los organismos que organizaban estos festejos: la Corona, el Concejo y la Inquisición, y a veces, podían llevarlos a cabo en colaboración.
El escenario más usual de estos acontecimientos festivos era la Plaza Mayor de Madrid, a cuyos balcones se asomaba en tales eventos lo mejor de la sociedad cortesana, la Casa Real en los balcones de la Casa de la Panadería y el Concejo en la de la Carnicería.
Los festejos variaban mucho:
corridas de toros,
desfiles,
actos de fe,
simulacros teológicos y religiosos,
procesiones, como las del Corpus,
y por supuesto, las representaciones teatrales.
Hoy en día, quedan algunos vestigios de estos espectáculos tanto en nuestro país como en otros lugares de Europa, como Italia, por ejemplo (en el primer vídeo, podemos observar el ejemplo de los "Misteri" de Campobasso).
El Misterio de Elche (Misteri d'Elx en valenciano) es un drama sacro-lírico religioso que recrea la Dormición, Asunción y Coronación de la Virgen María. Investigaciones recientes sitúan el origen de dicha obra en torno a la segunda mitad del siglo XV. Todos y cada uno de los personajes son representados por varones, tratando de respetar así el origen litúrgico-medieval de la misma, que vetaba expresamente la aparición de mujeres en este tipo de representaciones, lo cual hoy en día se mantiene por tradición. El texto del Misteri, a excepción de algunos versos en latín, está escrito en valenciano antiguo. La música es una algama de estilos de diferentes épocas que incluyen motivos del Medievo, del Barroco y del Renacimiento. La puesta en escena nos sirve para ejemplificar lo que serían algunos espectáculos barrocos.
Los Seises son una agrupación de diez niños que realizan una danza sagrada delante del Santísimo de la Catedral de Sevilla en la Octava del Corpus Christi, en la Octava de la Inmaculada Concepción y en el Triduo de Carnaval. No se sabe cuándo empezaron a bailar los Seises de la catedral de Sevilla pero hay referencias de esto desde principios del siglo XVI y lo hacían los niños de manera esporádica e imprecisa durante la procesión del Corpus. En el siglo XVII esa costumbre se convierte en una tradición cristiana de la ciudad para que siempre se produzca dicha danza con los niños en el Corpus. En 1654 se decide dotar a la festividad de la Inmaculada de ese honor y en 1695 se hará lo mismo con el Triduo del Carnaval. El traje de los Seises es muy llamativo, con detalles dorados, mallas, pantalones abombados y chaquetillas. El traje incorpora detalles celestes en la festividad de la Inmaculada y siempre bailan con un sombrero con plumas.
“Auto de fe” en Limpieza de Sangre de Pérez-Reverte (3ª entrega de El capitán Alatriste):
"A la España del cuarto Felipe, como a la de sus antecesores, le encantaba
quemar herejes y judaizantes. El auto de fe atraía a miles de personas, desde
la aristocracia al pueblo más villano; Y cuando se celebraba en Madrid era
presenciado, en palcos de honor, por sus majestades los reyes. (...)
La fiesta, donde para mi desgracia yo mismo tenía lugar reservado,
empezó a prepararse un par de días antes, con mucho ir y venir de
carpinteros y sus oficiales en la plaza Mayor, construyendo un tablado alto, de
cincuenta pies de largo, con anfiteatro de gradas, colgaduras, tapices y
damascos, que ni en la boda de sus majestades los reyes viose tanta
industria y tanta máquina. (...).
Dos mil personas habían velado para asegurarse un sitio. Y a las siete
de la mañana en la plaza Mayor no cabía un alma. Disimulado entre la
multitud, con el chapeo de ala ancha bien puesto sobre la cara y un
herreruelo vuelto sobre el hombro a modo de discreto embozo, Diego
Alatriste abrióse paso hasta asomarse al portal de la Carne. (...)
El Rey nuestro señor, la reina y la Corte ocupaban ya sus asientos
entre los aplausos de la multitud: de terciopelo negro el cuarto Felipe, grave,
sin mover pie, mano ni cabeza, tan rubio como la pasamanería de oro y la
cadena que le cruzaba el pecho; de raso amarillo la reina nuestra señora,
tocada con garzota de plumas y joyas. Formaban las guardias con alabardas
bajo su ventana, a un lado la española y al otro la tudesca, con la de arqueros
en el centro, imponentes todas en su orden impasible. Aquello era un
gallardo espectáculo para todo el que no corría peligro de que lo quemasen.
La cruz verde estaba instalada sobre el tablado, y pendían de las fachadas,
sembradas a trechos, las armas de Su Majestad y las de la Inquisición: una
cruz entre una espada y una rama de olivo. Todo era rigurosamente
canónico. El espectáculo podía comenzar."
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